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No sé si me explico

“En un mismo lodo, todos ´manoseaos´”. Cuando Enrique Santos Discépolo escribió Cambalache, seguramente no tuvo en cuenta que la trascendencia histórica de aquellos versos terminaría abarcando prácticamente toda la vida argentina, hasta en sus más escondidos vericuetos.
Seguramente no imaginaba que un editorial de R&TA -cuya existencia ni siquiera podía pensar- utilizaría aquella suerte de máxima paradigmática para analizar una realidad insólita y ciertamente esquizofrénica, que inunda hoy a los medios de comunicación y sus conexiones empresarias. Tampoco hubiera podido suponer que el derecho humano que representa la comunicación, como un episodio químicamente puro, pudiera ser calificado, sin ambages de “lodo”.
Las radios locales tienen dueños inciertos. Una de las emisoras escuchadas, aunque no la primera, tiene por dueños un grupo empresario de la madre patria, que posee en su país el diario más leído y, paradójicamente, tiene afinidades con el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Ese grupo español le compró la radio a otro grupo español, que estaba instalado desde hacía rato en la Argentina, pero que en España tenía un tinte ideológico distinto; a punto tal que pudo censurar y desplazar a la periodista, Julia Otero, mucho más afín a los socialistas que a los populares de José María Aznar. Hoy, Julia Otero -vueltos los socialistas al poder- conduce un programa en el prime time , en la señal estatal TVE. El ejemplo, trasplantado a este país, podría multiplicarse por decenas, y no sólo con una estación, sino con todo el espectro radiofónico.
Una radio muy escuchada está en manos de un periodista, que es al 2000 lo que Bernardo fue a los ´70-´80 y parte de los ´90. Sus conductores tenían hasta hace muy poco un sesgo ideológico ubicado en las antípodas de lo que pregona el Gobierno nacional, presuntamente de centroizquierda. Sin embargo, en los últimos tiempos, ese tono fuertemente crítico se ha morigerado, y el medio -pese a que es menos severo de lo que era- sigue primero. En el ambiente se lucha sólo por el segundo puesto en el rating, porque “el primero no se discute”.
En las sombras de la propiedad de esa empresa está un personaje denunciado por presuntas acciones irregulares en materia de lavado de dinero. Y supuestamente, por favorecer a ese empresario, un juez está a punto de ser sometido a juicio político y con pronóstico de destitución. Pero aquel no tiene problemas judiciales.
La emisora que irrumpió hace un año, de la mano de una estrella de la televisión, no puede subir del sexto lugar, pese a que contrató a figuras de peso. El mejor resultado fue ubicarse en el número 30 entre los programas más escuchados de la radio porteña. La encuesta medía a los 30 más oídos.
El titular de ese medio se asoció para hacer TV con la compañía de la radio número uno y el canal número tres, donde también aparecen mezclados intereses económicos sobre los que existe, por lo menos, un estado de suspicacia respecto de quién verdaderamente está detrás de esos dineros. Acaso porque se trate del personaje número uno en los ´90, hoy más habituado a desfilar por los Tribunales de Comodoro Py 2002, que por Balcarce 50. Un comunicador de reconocida vinculación con los servicios de inteligencia salió la semana pasada al aire en esa emisora, -que iba a cambiar el espectro radiofónico en la Argentina y aún no lo ha conseguido-, denunciando públicamente que otros colegas, durante los ´90, cobraban sobresueldos con fondos reservados. Dio nombres y apellidos, y hasta ahora nadie lo desmintió.
Curiosamente, esos pagos y el carácter secreto de la ley que los creó, fue declarado inconstitucional por una jueza; pero la noticia pasó prácticamente inadvertida por los medios de comunicación, salvo esporádicas menciones. Tal vez, opacada por la sorpresiva libertad de una ex polifuncionaria de un gobierno anterior, que abrió la boca, encendió el ventilador y después de casi dos años en una celda de dos por cuatro, consiguió volver a dormir en un palacete en la zona más acomodada de la Capital Federal.
En ese contexto, alguien del Gobierno intentó impulsar entre gallos y medianoche una ley que le permitía espiar a todos los ciudadanos sin que ellos mismos supieran que estaban siendo observados. Cuando estalló el escándalo, dio marcha atrás, pero no derogó toda la legislación sino que la dejó vigente, quizás a la espera de una mejor oportunidad o de una sociedad menos atenta para reflotar la idea.
Así, podrá enterarse que hay periodistas investigando una operación presuntamente fraudulenta para convertir a la aerolínea de bandera en una firma extranjera, pese a que la ley lo prohíbe expresamente. Y cuando esa noticia llega a las redacciones, es decir la antesala de la publicación, alguien con poder dice “No”, y no sale. La gente no se entera, y el derecho humano a saber queda vulnerado irremediablemente. Pero ningún organismo defensor de esos derechos, ni ninguna entidad de esas que dicen defender la libertad de prensa, lo denuncian.
Eso sí, “comisiones parlamentarias” se reúnen para determinar si hay que legislar contra el “spam”; si el “spam” debe difundir sólo publicidad y no ideas políticas, sociales y religiosas, o -peor aún- si el correo electrónico es tan privado como el ordinario. Cual si vivieran en una burbuja, ignoran que esa cuestión ya fue zanjada hace mucho tiempo por la Justicia, que determinó que ambas formas son, a los efectos de la privacidad, exactamente lo mismo.
¿Qué pasa en el país?. Otra vez Discépolo: “Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón”. ¿El que no llora no mama o el que no afana es un gil?
”En un mismo lodo, todos manoseaos”, ¿es el destino de la Argentina?
Podremos evitarlo. Tendremos que luchar y muchos tendrán que caer.

Ruben S. Rodríguez

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