Cumplir
la ley para cambiar la ley
Los
poderosos holdings empresario-periodísticos no tienen ningún
interés en modificar y actualizar los tiempos que corren la añeja
ley 22.285, heredada de la dictadura. Pero no sólo el haber sido
dictada por un Gobierno que no representaba a la sociedad, invalida la
norma. También el paso del tiempo produce como resultado que, aún
cuando hubiera sido empíricamente buena, 30 años después
(sobre todo, con tantos cambios sociales, tecnológicos y la irrupción
de Internet en la vida cotidiana) su contenido está necesariamente
desactualizado.
La reticencia de los grupos a alumbrar una nueva disposición fue
públicamente reconocida recientemente por uno de los hombres que,
durante el efímero y errático gobierno de la Alianza, intentó
hacer un trabajo serio, multidisciplinario y plural para conseguir una
nueva norma legal: el ex titular del COMFER, Gustavo López, hoy
secretario de Cultura del gobierno porteño. López deslizó
que no logró sacar la ley, pese a las numerosas audiencias públicas
y participativas a las que se convocó, por la “presión”
que realizaron esas grandes firmas, a los que no identificó por
sus nombres, tal vez porque ni siquiera era necesario, para que todos
supieran de qué se trataba.
Así las cosas, un silogismo simple permitiría determinar
que si hay sectores dominantes de los medios de comunicación que
no quieren que cambie la ley, seguramente están de acuerdo con
ella. Si es así habrá que releerla, estudiarla y hacerla
cumplir estrictamente, ya que es acorde a lo que cree, interpreta y siente
el sector que gobierna la comunicación de los “mass media”.
La 22.285 sostiene que “las emisiones de radiodifusión no
deben perturbar en modo alguno la intimidad de las personas”. Así,
habrá que erradicar los talk-shows, las cámaras ocultas,
como la que le tomaron esos mismos medios al cirujano plástico
Alberto Ferriols en una confusa situación con un travesti, y ni
hablar de “Gran Hermano”, que capta a sus protagonistas en
escenas tan íntimas como hacer sus necesidades fisiológicas.
Eso es claramente violatorio de la intimidad, así que no correrá
más.
La ley también sostiene que “quedan prohibidas las emisiones
cuyo contenido atente contra la salud o estabilidad psíquica de
los destinatarios de los mensajes”. Perfecto, con un concepto tan
amplio sobre “salud y estabilidad psíquica”, seguramente
el programa “Locas de Amor”, que se emitió el año
pasado, no podría haber salido al aire. La falsa médica
Giselle Rímolo nunca debió haber aparecido en TV, y si hubiera
salido pese a los controles, la emisora que lo emitió debió
haber sido sancionada con dureza. ¡Qué bueno!, se aplicará
una ley que evitará que se repitan esos episodios.
Añade el texto que las emisiones “no deben perturbar en modo
alguno la intimidad de las personas, ni comprometer su buen nombre y honor”.
Las únicas medidas administrativas que, tras una imputación,
dejan a salvo el buen nombre y honor de las personas son las absoluciones
o sobreseimientos dictados por la Justicia. En consecuencia, hasta tanto
no haya un fallo o una resolución judicial, no se podrá
mencionar, por ejemplo, las causas por corrupción que pesan sobre
funcionarios y ex funcionarios políticos. Un ejemplo: los senadores
y ex funcionarios procesados por las supuestas coimas en la Cámara
alta tienen por delante, aún, al menos 4 etapas de apelaciones,
un juicio oral y una decisión de la Corte Suprema para que el fallo
quede firme. Hasta tanto, gozarán del principio de inocencia, y
en consecuencia nadie podría decir que “cobraron sobornos”,
porque la 22.285 lo prohíbe. ¡Fantástico!, dentro
de 5 o 6 años, se podrá informar qué pasó
con las coimas a mediados de 2000.
La ley dice, también, que “no será permitida la participación
de menores de 12 años en programas que se emitan entre las 22 y
las 8 horas”. Aquí se presenta un problema, aunque ciertamente
pareciera no importar demasiado. El festival “Un sol para los chicos”,
que recaudó 2,5 millones de pesos para UNICEF justo antes del Día
del Niño, terminó a la medianoche. Algo parecido ocurrió
con el programa de Marcelo Tinelli por el día del niño.
A partir del año próximo, habrá que modificar esos
horarios, y si ese día, justo a la misma hora, debutara Diego Maradona
en Televisión, pues habrá que poner otra película
de la saga de Harry Potter, ya que el recurso sensiblero de la solidaridad
con la niñez ya no será válido. La ley no lo permite.
También dice que los anuncios publicitarios deberán respetar
“la integridad de la familia y la moral cristiana”. Además,
“debe expresarse en castellano, sin alterar el significado de los
vocablos ni distorsionar la entonación fonológicas”.
¡Buenísimo! Las agencias de publicidad tendrán que
filmar todo de nuevo. Y nada de ofrecer acceso a Internet mostrando las
sensuales curvas de Pampita sobre un corcel en el campo. Pero yace aquí
una duda imposible de dilucidar: cuando el 18 de julio de 2006 se cumplan
12 años del atentado contra la AMIA, ¿se podrá convocar
a los actos de homenaje a las víctimas sin afectar de esa manera
la “moral cristiana”?
Dice asimismo que “los servicios de radiodifusión deben propender
al enriquecimiento cultural y a la elevación moral de la población...
al fortalecimiento y al respeto de las instituciones y las leyes”.
Es una pena que en esta época en que parece disminuir la desocupación,
algunos periodistas que hacen del fascismo su lenguaje habitual deban
quedarse sin trabajo. Pero la ley es la ley. Desaparecerán también
las telenovelas enlatadas de México, Brasil, Colombia o Puerto
Rico, porque -claro está- a lo sumo podrían propender a
la “elevación moral” en sus respectivos países,
y nunca en la Argentina, que tiene otra idiosincrasia y otra forma de
ser. Ni hablar del articulo 9 donde dice: “Los titulares de los
servicios de radiodifusión deberán asegurar el cumplimiento
de los horarios de programación”
¿Cuánto tiempo seguirán resistiendo los grupos empresarios
que obstaculizan la sanción de una nueva ley de radiodifusión,
si se aplicara la anacrónica y ridícula 22.285, que está
vigente? Hagamos la prueba. Exijamos que se cumpla la ley, porque sólo
de esa manera se la podrá modificar. Y así quedará
claro quién es quien en esta historia: de un lado, los que quieren
una Argentina con leyes actuales, cumplibles y exigibles; del otro, los
que en radiodifusión, como en otros tantos aspectos de la vida,
quieren una Argentina sin ley, cualquiera que fuere.
http://www.rt-a.com/50/ley.htm
Ruben
S. Rodríguez
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