Violacion
a la intimidad
Espían
el correo electrónico de un periodista y un juez
Los
correos electrónicos del periodista del diario Clarín y
presidente del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) Daniel Santoro y del
juez federal Daniel Rafecas fueron espiados por desconocidos, según
denunció, a través de sus páginas, el diario.
Los autores del delito copiaron los mails que contenían respuestas
“off the record” del juez al periodista sobre una causa judicial
en la que se investiga el intento de contrabando de 171 kilos de cocaína
a Europa, (en un operativo conocido como “Viñas Blancas”)
y que Santoro venía siguiendo desde marzo pasado.
Esos documentos fueron incorporados al Tribunal Oral Nº 5 por el
abogado José Manuel Ubeira (defensor de uno de los investigados),
quien aclaró que las fotocopias le llegaron a su estudio en forma
anónima.
Los jueces de ese Tribunal, Luis Di Renzi, Guillermo Gordo y Guillermo
Madueño, abrieron una causa para que se investigue si el juez federal
cometió algún delito a través de ese intercambio
de correos privado. El caso está en manos del magistrado Guillermo
Montenegro. El comunicador, que ya fue citado a declarar, confirmó
que se trataban de mensajes suyos y confirmó que sólo él
conoce la clave secreta para abrir su casilla.
Rafecas, además de haber investigado a los yugoslavos, está
a cargo de una de las megacausas por violaciones a los derechos humanos
cometidos durante la dictadura conocida como la del Primer Cuerpo de Ejército,
en la cual tiene detenidos a decenas de militares, y del pago de sobornos
en el Senado.
En forma paralela a la aparición de estos mensajes privados, los
británicos Nicholas Brewer y Philip Nicles Dragic, detenidos en
la causa “Viñas Blancas” como sospechosos de haber
sido los autores materiales del intento de contrabando y que habían
pedido declarar como arrepentidos, denunciaron ante la Justicia que otra
nota de Santoro del 7 de marzo se habría violado ese status judicial
que pidieron. Como consecuencia, Montenegro, pidió al trabajador
de prensa el nombre de sus fuentes, pero Santoro se negó a dar
ese dato, amparándose en el secreto profesional.
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