Realidad
en colores para un contexto blanco y negro
Aparece en el horizonte de la radiodifusión en la
Argentina una iniciativa, aparentemente decidida, de sancionar
una nueva ley de Radiodifusión. Obsérvese
que el tono es aún cauto por parte de R&TA, puesto
que el viejo refrán “el que se quema con leche,
cuando ve una vaca llora”, se nos ha hecho carne de
manera lacerante.
Muchas veces antes de ahora, ante promesas e iniciativas
igual de decididas y firmes, creímos que era el tiempo
del avance hacia la modernidad que los tiempos ya se han
encargado de establecer, tecnológica e ideológicamente.
¿Qué debería pasar para que, esta vez,
la iniciativa llegara a buen puerto? ¿Qué
cosa diferente de las que desembocaron en todos los fracasos
anteriores habría de pasar ahora para que la vieja,
anacrónica y vergonzante ley 22.285 fuera, por fin,
derogada y dejara paso a un elemento acorde con los tiempos
que corren y, sobre todo, con los que se avecinan?
El gobierno ya no se limita a prometer una nueva ley de
Radiodifusión sino que promueve una nueva normativa
legal para las nuevas tecnologías. Parece curioso
que en ese debate, que debe ser necesariamente plural y
abierto a todos los sectores, quede como anécdota
saliente la propuesta de la CGT para tener un medio de comunicación
propio.
Primera respuesta: la discusión para una nueva ley
de Radiodifusión debe ser seria.
El debate debe ser rico pero no eterno. No está el
mercado, ni la sociedad, preparado ni dispuesto a largas
filípicas, discursos emperifollados y barroquismos
dialécticos. Para peor, detrás de esos artilugios
suelen esconderse intereses que apuntan, antes que nada,
a dilatar los tiempos, a diluir los contenidos, a agregar
agua para diluir en lugar de sustancia para enriquecer.
Segunda respuesta: tiempos cortos, participación
directa, conclusiones efectivas. Si los protagonistas, democráticamente,
apuran sus conclusiones, e impiden que los intereses sectoriales
abarquen con impúdica avaricia los espacios que son
de todos, entonces probablemente haya ley.
Durante las audiencias públicas que en el pasado
reciente intentaron ser el escenario de consenso para una
nueva ley ocurrieron cosas que, si no fueran trágicas,
serían cómicas. Cosas como que una entidad
de vitivinicultores pidiera que no se los mencionara en
el contexto de la ley, o que un radiodifusor del interior
del país se pronunciara a favor de la apertura de
nuevas frecuencias para televisión siempre y cuando
no fuera en su distrito, porque él era dueño
de una y no quería competencia.
¿Puede haber regulaciones férreas, tan rígidas
que resulten imposibles de cumplir para la mayoría
de los aspirantes humildes a los nuevos espacios?
Gracias a la democracia incipiente de fines de los años
80 y a las nuevas tecnologías, las radios de FM de
baja potencia surgieron libres de los grandes medios y,
por lo tanto, autónomas. Su continuidad no dependía
de los grandes anunciantes sino de pequeños comerciantes;
los trabajadores no sólo no cobraban honorarios astronómicos
sino que, por lo general, sacaban dinero de sus bolsillos
para hacer posible un intento de “otra comunicación”.
Tercera respuesta: eso sólo pasó con las radios,
mas no con los canales de TV. Enrarecer las condiciones
de acceso, complicarlas e incrementar artificialmente sus
costos será atentar contra la libertad de expresión.
Esta y no otra es la oportunidad para abrir el espectro
a múltiples canales independientes en todo el país.
Las velocidades con que se duplican las cosas van en aumento,
los discos de las computadoras, las memorias, la calidad
de imagen (ya hay ultra alta definición), la cantidad
de científicos, de genios en algo, de estudiantes
y los medios de comunicación no se quedan atrás;
nos pasamos mil novecientos noventa años mandando
cartas en un sobre con estampillas y llego el fax, hace
unos pocos años apareció el e-mail y ahora
están, los celulares, los SMS, los blogs, los fotologs,
youtube y quien sabe que otro esta por llegar, podría
decir que la realidad supero la ciencia ficción.
Hay que apurarse.
Si el Ejecutivo cumple rápido con sus deberes y evita
que los espacios plurales queden en manos de los poderosos
será posible una nueva ley para las nuevas tecnologías.
Y así, surgirá la posibilidad de tener un
espectro más plural y libre. Lejos de los idiotas
útiles y de los inútiles, sean o no idiotas.
Rúben S. Rodríguez
rsr@rt-a.com
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