Lecturas de fin de siglo: La radio a través de los documentos de la iglesia

La radio católica y el efecto 2000

Desde los últimos veinte años cientos de documentos eclesiales utilizan la muletilla "tercer milenio" en una forma esperanzada, casi mágica, muy pastoral, y sobre todo comprometedora. No obstante, la reiteración de esa forma discursiva lleva la responsabilidad de una búsqueda y un encuentro. Sobre todo para quienes hoy son protagonistas de participar en la difusión del Evangelio y la divulgación de las formas cristianas de vida a través de la información, la música, el arte, la educación o el entretenimiento.

La radio católica en la Argentina ha nacido tardíamente y poco a poco se esmera en ocupar el lugar que se merece. ARCA (Asociación de Radiodifusores Católicos Argentinos) a través de la investigación, la formación y la reflexión, contribuye al desarrollo de sus asociados pensando y actuando acorde a los desafíos de las nuevas tecnologías.

Pero volviendo algunos años atrás, y efectuando un revisionismo de documentos pontificios, cabe recordar al Papa Pío XII que redactó en 1957 la encíclica "Miranda Prorsus", en la que se refiere a los medios de comunicación social y hace una detallada redacción de la radio como medio para la transmisión de la fe. Y dice:

"La radio es infinitamente más veloz que otras ondas, rápida como la luz, y supera todas las fronteras, llevando los mensajes que se le confían".

"Perfeccionada incesantemente con nuevos progresos. La radio es el más noble servicio que está llamado a iluminar y educar al hombre orientando su mente y su corazón hacia las esferas cada vez más altas del espíritu. Oír la voz humana y poder seguir acontecimientos lejanos, permaneciendo dentro de la casa, y participar a distancia en las manifestaciones más variadas de la vida social y cultural, son cosas que responden a un profundo deseo del hombre".

Pasado y futuro de la Palabra Divina

Es una maravilla que muchas casas estén dotadas de aparatos de radio, los cuales permiten abrir una misteriosa ventana sobre el amplio mundo, de donde llegan, día y noche, ecos de la actividad que palpitan las diversas culturas, lenguas y naciones, bajo la forma de innumerables problemas ricos en noticias, entrevistas, conferencias, transmisiones de actualidad, arte, canto y música.

Qué privilegio y qué responsabilidad es para los hombres del presente siglo, y qué diferencia notable con los días lejanos en que la enseñanza de la verdad, la fraternidad, y las promesas de la bienaventuranza eterna, seguían el paso lento de los apóstoles sobre los ásperos senderos del viejo mundo. Hoy, en cambio, la llamada de Dios puede alcanzar en un mismo tiempo a millones de hombres.

Los fieles disfrutan las riquezas de la instrucción, la diversión, el arte y aún la palabra de Dios, que la radio les puede proporcionar para dilatar sus conocimientos y sus corazones.

Seleccionar las programaciones

Cuánta virtud educativa pueden tener las buenas transmisiones; pero al mismo tiempo el uso de la radio entraña responsabilidades, porque, puede emplearse tanto para el bien como para el mal. Bien cuadra a la radio la palabra de la Escritura: Con ella bendecimos a Dios nuestro Padre; y con ella maldecimos a los hombres, creados a imagen de Dios. De la misma boca salen la bendición y la maldición.

Por consiguiente, el primer deber de quien escucha la radio es el de una cuidadosa selección de programas. La transmisión radiofónica no debe ser jamás un intruso, sino un amigo que entra en el hogar por invitación libre y consciente. Las transmisiones admitidas en la casa deben ser sólo las portadoras de la verdad y el bien, que ayuden a los miembros de la familia en el cumplimiento de los propios deberes personales y sociales y que refuercen y continúen la obra, sanamente educativa, de los padres y de la escuela.

Por esta razón, los pastores de almas recordarán a los fieles que la ley de Dios prohibe escuchar transmisiones dañosas a la fe y a las buenas costumbres, y exhortarán a quienes tienen cuidado de la juventud para que vigilen y para que procuren educar el sentido de responsabilidad acerca del uso del aparato de radio que tienen en casa.

Además, los Obispos tienen el deber de poner en guardia a los fieles con respecto a emisoras que notoriamente propugnan principios contrarios a la fe católica.

El rating

Los métodos modernos de sondeo de la opinión pública, al mismo tiempo que permiten medir el grado de interés suscitado por determinadas transmisiones, sirven ciertamente de gran ayuda para los responsables de los programas; pero el interés más o menos vivo que se suscita en el público con frecuencia puede ser debido a causas transitorias o a impulsos no razonables, y, por lo tanto, no deben considerarse como norma segura de conducta.

Deben, pues, los que oyen la radio colaborar a que se forme una opinión pública ilustrada, capaz de expresar debidamente su aprobación junto con sus objeciones o su aplauso, contribuyendo así a que la radio, conforme a su misión educadora, se ponga al servicio de la verdad, la moralidad, la justicia y el amor.

Responsabilidad de oyente

Tarea propia de todas las asociaciones católicas, es defender eficazmente los intereses de los fieles en este campo.

Finalmente, es un deber de los radioyentes apoyar las buenas transmisiones: ante todo, las que llevan a Dios al corazón humano. En nuestros días, cuando sobre las ondas se agitan violentamente doctrinas erróneas con el fin de impedir que penetre la verdad que sacude la tiranía del materialismo ateo, y cuando los enfermos o los que se hallan impedidos en alguna forma esperan ansiosamente poder unirse a las oraciones de la comunidad cristiana o al sacrificio de Cristo, ¿cómo podrían los fieles, y, sobre todo, los que conocen las ventajas de la radio por una experiencia diaria, no mostrarse generosos favoreciendo tales programas?

Bien sabemos cuánto se ha hecho y se hace para desarrollar los programas católicos en la radio. Muy numerosos son, gracias a Dios, los eclesiásticos y los seglares que han tomado la iniciativa en este campo, asegurando a las transmisiones católicas la primacía que corresponde a los valores religiosos sobre los demás intereses humanos.

Considerando, pues, las posibilidades que ofrece la radio para el apostolado e impulsados por el mandato del Redentor Divino: Id a todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura. Les pedimos, Venerables Hermanos, que incrementen y perfeccionen cada vez más las transmisiones religiosas, según las necesidades y posibilidades locales.

Las funciones religiosas por medio de la radio, las verdades de la fe y las informaciones sobre la vida de la Iglesia, exigen -además de la vigilancia debida- talento y competencia especial. Es indispensable preparar cuidadosamente a los sacerdotes y seglares destinados a esta importante actividad.

Investigación y capacitación

A tal fin, en los países donde los católicos disponen de equipos modernos y tienen más larga experiencia, organicen oportunamente cursos adecuados de capacitación, que permitan a los candidatos adquirir la habilidad profesional necesaria para asegurar a las transmisiones religiosas un nivel artístico y técnico elevado.

Provean las oficinas nacionales al desarrollo y a la coordinación de los programas religiosos en el propio país, colaborando, en cuanto sea posible, con los que tienen su responsabilidad y con las diversas emisoras para vigilar cuidadosamente la moralidad de los programas.

Por lo que hace a la participación de los eclesiásticos en las transmisiones de radio o de televisión, los obispos podrán dictar normas oportunas encargando a las oficinas nacionales que velen por su ejecución.

Dirigimos una palabra de aliento a las estaciones radiofónicas católicas. No ignorando las numerosas dificultades que deben afrontar, tenemos la confianza de que, unidas en estrecha colaboración, continuarán animosamente su obra apostólica.

Hemos procurado ampliar y perfeccionar nuestra benemérita Radio Vaticana, cuya actividad responde «al deseo íntimo y a la necesidad vital de todo el orbe católico»

Productores católicos

Expresamos también, y con muy buena voluntad, a los que tienen la responsabilidad de los programas radiofónicos, nuestro agradecimiento por la comprensión que muchos de ellos han manifestado, poniendo gustosamente a disposición de la palabra de Dios el tiempo oportuno y los medios técnicos necesarios. De esta manera tendrán participación en los méritos del apostolado que se desarrolla por medio de las ondas de sus emisoras, según la promesa del Señor: Quien recibe a un profeta como a profeta, tendrá la recompensa del profeta.

Las transmisiones de calidad exigen un verdadero arte; por lo tanto, los directores y cuantos toman parte en la preparación y ejecución de los programas deben poseer una vasta cultura. También a éstos dirigimos la advertencia, que se aprovechen ampliamente de las riquezas de la cultura cristiana.

Los obispos recuerden, finalmente, a las autoridades civiles su deber de garantizar, en forma conveniente, la difusión de las transmisiones religiosas, teniendo en cuenta particularmente el carácter sagrado de los días festivos, así como también las necesidades espirituales diarias de los fieles (Fragmento de la carta encíclica Miranda Prorsus Nº 27 a 31 (1957)  Papa Pío XII) ".

De esta manera el Papa Pío XII dejaba su testimonio en la historia a través de un documento que expresaba fervientemente la utilización de la radio como un instrumento admirable que el hombre utilizaría para cooperar socialmente en todo el universo.

Además Pío XII utilizó el micrófono con sus conocidos radio mensajes que a través de la radio papal (fundada por su antecesor y Guillermo Marconi, el inventor de la radio) prestó una función por esos momentos invalorable. A través de su onda corta informando en forma objetiva sobre los sucesos bélicos y al mismo tiempo sirviendo para consolar a miles de familias que separadas por la guerra y a través de Radio Vaticano pudieron ponerse en contacto y volverse a encontrar".

Entrar al siglo XXI, sobre todo para la Iglesia, será el fin de utilizar la muletilla del tercer milenio como un canto futurista, y pondrá en los protagonistas la responsabilidad de asumir sus propios roles. Los cambios de fin de siglo -sobre todo en el desarrollo informático de las comunicaciones- incidirán no solo en la imagen de una iglesia hacia el mundo, sino también en sus relaciones internas, en sus gobiernos y en sus jurisdicciones. Y así como la imprenta en el siglo XV influyó en la vida eclesial, el siglo XX mereció varios documentos y encíclicas papales.

Tal vez un mundo totalmente comunicado sea ese lugar de reunión de personas que Juan Pablo II define en la encíclica Aetatis Novae como "El primer areópago del tiempo moderno, que está unificando a la humanidad y transformándola en una «aldea global». Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales (Instrucción pastoral Aetatis Novae Nº 1 (1989) Papa Juan Pablo II)". Seguramente la Iglesia tendrá mucho que hacer en la comunicación social de esa aldea global de los próximos años. Amen.

--Pablo Demkow--

Monseñor Arancedo es el nuevo presidente de la Comisión de Comunicación Social de la CEA

Monseñor José María Arancedo fue elegido presidente de la Comisión de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Argentina. El nombramiento fue fruto de la segunda reunión anual de los obispos nucleados en la institución.

El prelado reemplazó a monseñor Jorge Casaretto, quien fue designado como presidente de Caritas en nuestro país.

Junto a monseñor Arancedo, quien se desempeñara hasta el momento como miembro del Departamento de Laicos (DELAI), asumieron otros tres obispos en calidad de miembros de esta comisión: los monseñores Antonio Buccolini, Ruben Hector Di Monte y Pedro Ronchino.

Recordemos que Casaretto presidió la comisión de Comunicación Social durante dos períodos consecutivos, lo que lo imposibilitaba a ser reelecto por tercera vez. La nueva designación promueve a monseñor Arancedo a cumplir esta función por un período de tres años junto a sus nuevos colaboradores, manteniendo el mismo plantel de comunicadores laicos que acompañaron a su antecesor.

Con 59 años de edad, monseñor Arancedo tiene una renombrada trayectoria como integrante de la Iglesia católica: fue párroco de la Inmaculada Concepción en Burzaco y Nuestra Señora de la Paz de Lomas de Zamora. En 1988 fue designado obispo titular de Selemsele y auxiliar del obispo de Lomas de Zamora por el Papa Juan Pablo II. En 1991, el Santo Padre le confía el gobierno pastoral de la Diócesis de Mar del Plata, siendo más tarde designado presidente de la comisión Episcopal del Apostolado Laico.