Dr. Pedro Simoncini, nuevo miembro de la Académia Nacional de Educación

Agradeciendo al Dr. Abelino Porto presidente de la Academia Nacional de Educación por sus palabras de presentación y con motivo de su incorporación como Miembro de numero a la Academia el Dr. Pedro Simoncini, Presidente de Programas Santa Clara, disertó el pasado 8 de mayo en sesión pública sobre la Televisión educativa en la Argentina.

 

Para ubicar la importancia que la televisión educativa, nuestro tema de hoy, reviste para el País en los actuales momentos, permítasenos una breve referencia al estado de nuestra educación, que atraviesa una crisis profunda que se prolonga desde hace varias décadas. Esta situación ha provocado la alarma de importantes referentes y pensadores de la educación argentina,

Estamos viviendo pues, una grave emergencia educativa y debemos concientizarnos sobre la necesidad de modificar la situación, utilizando todos los instrumentos técnicos a disposición, comenzando por los preexistentes, como la radio y la televisión, además de ir encaminando el uso de las prometedoras nuevas tecnologías.

La atenuación de los desequilibrios cuando se vinculan las telecomunicaciones con la educación a distancia, hay que buscarla a través de los medios de mayor alcance y menor costo inicial. En este caso, todo proyecto de educación curricular y presencial a distancia, debe ser asistido por la televisión de señal abierta, o sea los llamados "canales de aire"; complementada por los cables y emisoras de radio.

La televisión abierta de servicio público, permanece como el gran instrumento moderno disponible de alfabetización, enseñanza en todos los niveles curriculares, educación a distancia no presencial destinada a adultos, programas de servicio público, desarrollo de políticas culturales, y promoción de debates sobre asuntos de interés común.

Cuando hablamos de "televisión educativa", nos referimos genéricamente a la que tiene el propósito principal de instruir y transmitir conocimientos a distancia por mecanismos audiovisuales, en forma sistemática o parasistemática, a través de cursos curriculares o extracurriculares.

Reservamos "televisión cultural" para el concepto más amplio de todo lo que hace a la transmisión televisiva del "conjunto de "conocimientos, valores y creencias, que condicionan el modo "de vida y las costumbres de un grupo social o una época".

La responsabilidad de la televisión educativa y cultural ha sido reclamada en general, con mayor énfasis, al Canal Oficial -Canal 7- que por diferentes razones, ha estado siempre lejos de cumplir las expectativas de ser el Canal estatal, que brindara una programación alternativa, frente a los Canales privados.

También en la televisión privada – sea abierta o por cable – los programas educativos y culturales han constituido excepciones, y siempre cubrieron un porcentaje mínimo del horario de transmisión.

Los factores que redujeron la producción y emisión de programas culturales y educativos, fueron entre otros las dificultades para su sostenimiento, y para mantener niveles satisfactorios de audiencias, frente a la dura competencia comercial.

La explosión del cable en Argentina a partir de la década del 80, permitió a la nueva tecnología incrementar los programas de contenido cultural, a través de diversas señales locales, y otras extranjeras recibidas por satélites.

En resúmen, actualmente sobre aproximadamente 100 señales nacionales y extranjeras para cable, disponibles en Argentina, las de contenido educativo y cultural, incluyendo documentales, sólo representan el 8 / 10%, aproximadamente.

La imagen de la televisión pública en la Argentina ha estado siempre identificada con el Canal 7 de la Capital, cuya evolución revela una de las mayores frustraciones que hayamos podido experimentar como País.

Para respaldar esta aparentemente hipercrítica afirmación, basta tener presente que en Octubre del próximo año, nuestra televisión estatal cumplirá 50 años de existencia, es decir medio siglo, al cabo del cual, no sólo el país carece de una adecuada televisión pública, sino que hasta hoy, la sociedad argentina sigue cuestionándose sobre su necesidad, cómo y para qué debiera funcionar, y quién debiera sostenerla.

Nuestra Televisión nació con dos características : Canal 7 fue 100% estatal, y un desprendimiento de la Radio, en este caso, Radio Belgrano. Don Jaime Yankelevich y César Guerrico, compraron para el Estado, el primer transmisor, la antena, y los primeros receptores. Y así, Canal 7, se sumó a las poderosas cadenas de radios que ya controlaba el Gobierno.

En este último medio siglo, Canal 7 ha sido una señal al servicio de todos los gobiernos – democráticos o militares – con más o menos diferencias en cuanto al pudor, con que la utilizaron algunos, frente a desmesuradas presiones de otros, pero todos manteniéndolo bajo su dependencia política, sin resolver la desorganización estructural del Canal, ni las graves fallas administrativas que facilitaron manejos discrecionales, cuando no abusivos, de los fondos públicos, todo lo cual se ha reflejado en el estado de quebranto que, a lo largo de cinco décadas han exhibido sus cuentas, cuyos pasivos terminaron siempre siendo absorbidos por el Tesoro Nacional.

Queremos llamar la atención, una vez más, sobre esta fantasía irrealizable, a la que consideramos una de las razones principales de la distorsión de la actividad cultural y educativa que debió haber cumplido la estación de televisión que es cabecera del Sistema Oficial de Radiodifusión.

Es que no existe ejemplo en el mundo, de un Canal estatal que pueda financiarse con publicidad, y menos aún si está en competencia con otros canales privados, en la misma área de servicio, como es el caso de Canal 7. Aún en los casos de canales estatales en plazas monopólicas, sus ingresos publicitarios sólo cubren una parte de los gastos. Su sostenimiento está respaldado por ingresos que provienen de los impuestos sobre los televisores y aparatos de radio, u otros fondos del presupuesto, y otras fuentes, como donaciones y contribuciones especiales.

Hay que reconocer que hemos dilapidado 50 años en materia de televisión educativa y cultural, y que, también durante ese tiempo, los planes educativos mostraron inconstancia, cuando no, indiferencia, frente al empleo de las tecnologías de comunicaciones como soportes didácticos; y en la formación de los docentes, tampoco tuvo espacio suficiente, el estudio del aprovechamiento de los nuevos recursos.

El enorme error fue no comprender el valor que la nueva tecnología audiovisual tenía para el servicio educativo, y no se hizo nada para adoptar y adaptar la televisión abierta a la Educación, con sólo observar lo que estaba ocurriendo en Europa o en países con características semejantes a las nuestras, como Canadá o Australia.

El futuro de Canal 7 aparece aún incierto. Pueden considerarse como una orientación las declaraciones del Presidente de la Nación, quien en diversas ocasiones expresó que sería la cabecera del Servicio Educativo y Cultural que su Gobierno se proponía organizar y cultivar.

Aparentemente, este propósito se mantiene, según lo corroboran posteriores manifestaciones del Secretario de Cultura y Comunicación, así como también la nueva programación de Canal 7, estrenada hace exactamente una semana atrás, y que muestra un saludable cambio integral respecto a la anterior programación de ATC. Este cambio será positivo, en la medida que sea reflejo de una política permanente, en la que se vaya asignando una participación cada vez mayor al componente educativo y cultural, como alternativa a la programación de muy bajo nivel, que actualmente ofrecen los canales privados. El esfuerzo profesional que supone el cambio de programación realizado por Canal 7, debe ser valorado además, por haberse logrado en solo cuatro meses.

Es preocupante, sin embargo, que se vuelve a insistir con la "actividad comercial " de Canal 7, persiguiendo el objetivo según el texto oficial al presentar los nuevos programas de "competir por "ganar mercados comerciales".

La televisión pública evolucionó en aquellos países que han priorizado la difusión cultural y la educación entre los servicios del Estado, asegurándole recursos humanos y financieros y permitiéndole acompañar las etapas del formidable desarrollo del mundo tecnológico audiovisual.

Grandes capitales e importantes empresas y organizaciones se han volcado a la producción y emisión de contenidos y programas educativos, a partir de los múltiples estudios coincidentes sobre las ventajas del uso de la televisión por aire y por cable, como herramienta educativa.

El desarrollo de la televisión educativa para nuestro país, constituye a nuestro juicio, la segunda utopía movilizadora, condición que tuvo la expansión de la educación en los primeros años de la Organización Nacional, especialmente aplicados a los ciclos primarios y secundarios, en este caso con la expansión de las "escuelas normales de maestros", que hacia el Centenario de la Revolución de Mayo, habían arraigado hasta en las más reducidas poblaciones del territorio nacional.

La sociedad argentina fue remodelada por la combinación de la inmigración masiva, el progreso económico, y el desarrollo paralelo de la oferta educativa.

El crecimiento exponencial de la población, estuvo acompañado de una política educativa que fue decisiva para la sedimentación de una sociedad, en la que los extranjeros aparecían por todas partes, pero también encontraban, en todas partes, las escuelas necesarias para su integración, y la de sus hijos.

Cómo se explica que un siglo después debamos hablar aún de una segunda utopía movilizadora ? Nuestra sociedad, sedimentada por el cumplimiento de la primer utopía se encuentra ahora segmentada, y enfrenta sin los instrumentos necesarios, el importante ciclo que pretende identificarse como de la "gestión del conocimiento".

En nuestro caso, tenemos la gran ventaja de que el Estado Nacional dispone de una estación propia de televisión con capacidad para ser cabecera de un Sistema de apoyo de cursos presenciales y curriculares con alcance nacional, a través de sus repetidoras. Su inmediata aplicación a este uso es prioritario, si queremos seriamente extremar los esfuerzos para universalizar tanto la matrícula, como el cumplimiento del ciclo, en la igualdad de condiciones tantas veces pregonada como base fundamental de la política educativa.

Dar la gran batalla por alcanzar la televisión pública que el país necesita, forma parte indivisible de la otra gran batalla de la educación, esencial para revertir la casi endémica decadencia que nos aflige. Los dos problemas no admiten postergaciones, ni demoras para recuperar el rumbo que ambos sectores, coincidentemente perdieron en el último medio siglo.

Para ello debemos alcanzar los cambios legislativos, que favorezcan la estructuración de un sólido sistema de televisión pública, e incorporen a Canal 7 como parte integral de la política educativa del Estado Nacional, e instrumento al servicio de la misma.

Consideramos que urge el dictado de una Ley específica de la televisión pública que consagre su contenido educativo y cultural, incluyendo también los principios de la Ley Federal de Educación. Como dice Carlos Tau Anzoátegui, conocido especialista en Derecho de Radiodifusión, la televisión pública, por sus propias características, requiere una estricta regulación, porque se trata de bienes públicos y de funcionamiento a través de fondos del Tesoro de la Nación.

Otro instrumento fundamental requerido por la televisión educativa y cultural es la necesaria coordinación de la actividad entre los profesionales de la educación y de la comunicación. Afortunadamente en el País, existe un núcleo de docentes y operadores de medios que pueden ser la base para multiplicar la necesaria capacitación de otros grandes grupos.

Debería contarse también con la colaboración de los Canales privados y del sector empresario para la provisión de materiales educativos, espacios y producciones, en la medida que fuera necesario. Asimismo, debería impulsarse la incorporación a nuestra legislación de incentivos fiscales para las empresas o particulares, estimulando sus aportes a la producción y difusión de programas educativos y culturales, a través del SENATEC.

En síntesis : por un lado nos aflige como sociedad el grave problema de nuestra crisis educativa, y en el otro extremo, disponemos de uno de los instrumentos tecnológicos más idóneos para enfrentarlo : nuestra televisión pública, representada por Canal 7; tenemos su infraestructura técnica de cubertura nacional; tenemos equipos humanos de docentes y productores; y tenemos programas nacionales y extranjeros para nuestras escuelas.

Será el año 2000 el punto de partida de la nueva esperanza o sólo reiteraremos nuestras ya tradicionales frustraciones ?

La respuesta a estos interrogantes corresponde prioritariamente, en razón de la naturaleza del tema, al Estado Nacional y sus funcionarios, pero también los ciudadanos en su conjunto, y los órganos de asesoramiento deberán brindar su aporte y ayuda para materializar una tarea que es gigantesca pero ineludible si deseamos evitar que la actual tragedia de la educación argentina – usando una vez más la acertada calificación de nuestro colega Jaim Etcheverry – se extienda como una enorme nube negra, oscureciendo no sólo las posibilidades humanas y profesionales de nuestra generación, sino comprometiendo seriamente también a las generaciones venideras.

Como en otros aspectos de la situación nacional, las circunstancias que hemos intentado describir esta noche, ponen en evidencia una peligrosa deuda pendiente con la sociedad argentina, que sólo podremos saldar si tenemos claras las razones de nuestros fracasos a lo largo de medio siglo, y no insistimos en repetir errores que agravarán seguramente nuestra situación de inferioridad frente a un mundo que evoluciona rápidamente, indiferente a nuestras limitaciones y ajeno a nuestras incapacidades.

Sólo el futuro podrá decirnos si hemos logrado absorber las experiencias del pasado y creado las necesarias plataformas para la evolución del porvenir.

Muchas gracias.