A LA VANGUARDIA DE LAS COMUNICACIONES EN EL CONO SUR

 

Tal vez como obra de la casualidad o acaso porque la Argentina va camino a convertirse en un país serio, por primera vez en muchos años asistimos a la posibilidad de convertirnos en vanguardia de una tendencia y un tiempo por venir.

Pese a las enormes dificultades que le demandó y las protestas de organizaciones sindicales -que incluso llegaron a copar el hall central del Palacio de Tribunales, a principios de julio-, el gobierno acaba de poner en marcha un plan de desregulación en las telecomunicaciones que situará a la Argentina a la altura de los países más avanzados en la materia y, desde ya, como el más desarrollado en el cono austral de Sudamérica.

La desregulación tendrá resultados positivos tanto directos cuanto indirectos. En el primer aspecto, llegarán grandes aportes de capitales (esta vez, traducidos en inversiones de riesgo y sin subsidios, como por ejemplo ocurrió y ocurre aún con los ferrocarriles y las autopistas), lo que redundará en inversión genuina y desarrollo económico en el corto plazo.

En el segundo sentido, como a partir de la puesta en marcha del plan los pequeños consorcios, las PYMEs de la comunicación -fundamentalmente las del interior del país- tendrán la posibilidad de expandir sus servicios y diversificarlos.

El secretario de Comunicaciones, Henoch Aguiar, dijo -y con razón, por cierto- que las grandes empresas se quejan de las condiciones de la desregulación “por miedo”. A qué? Básicamente, a la portabilidad del número telefónico. Allí, hasta las pequeñas cooperativas de comunicaciones del interior tendrán chances de competir en casi igualdad de condiciones. Esa será otra de las diferencias entre estas privatizaciones y las que signaron los diez años de gobierno de Carlos Menem.

Con una inversión razonable, la que le demandará el trazado de un cableado nuevo, una cooperativa eléctrica de un pequeño poblado del interior -esos que no son rentables para los grandes consorcios empresarios- podrá ampliar su campo de acción y brindar telefonía. Una pequeña señal de cable de una ciudad con pocos habitantes podrá proveer de ese servicio, y además de internet y telefonía a sus usuarios, y con una altísima calidad, contribuyendo además a hacer realidad el tan declamado y nunca cumplido federalismo argentino.

Dicho de otra manera: al desregularse por completo el sector de las comunicaciones, la cooperativa podrá sacar una licencia de telefonía, otra de TV y una tercera de datos. Ese servicio, antes social que económico o comercial, le permitirá ampliar su espectro, emplear mayor cantidad de mano de obra, ofrecer costos accesibles para poblaciones de bajos recursos y no resignar calidad.

Las condiciones de la desregulación ofrecen, con todo, algunos aspectos negativos. El mayor de ellos será el del costo de conexión, que será -habrá que decirlo sin eufemismos- caro: 1,1 centavos, contra 0,68 que pagan, por ejemplo, los principales países europeos.

Como contrapartida, la generación de puestos de trabajo compensará ese aspecto que debe anotarse en la columna del debe. Como primer resultado, la desregulación traerá como consecuencia el requerimiento de mano de obra calificada (técnicos en computación, profesionales con manejo de internet y bases de datos, personal con conocimientos tecnológicos) y también no calificada, aunque más no sea para hacer pozos y levantar postes de cableado.

En un país que tiene más de tres millones de personas de su población económicamente activa en condiciones de desocupación o subocupación, no parece poca cosa.

También se desregulará el servicio radiofónico, como consecuencia directa de la apertura del sector de servicios complementarios de las comunicaciones. La vedette, en ese rubro, será la telefonía inalámbrica.

Esa es la apuesta fuerte de Telecom, a diferencia de Telefónica, que ya definió su estrategia por el cable y los datos y para ello, como bien informamos en ediciones anteriores, compró canales (Telefé y Azul), aumentó su injerencia en señales como TyC y sumó señales de cable del interior del país, de manera directa o indirecta.

La sumatoria de todo el paquete que trae consigo la desregulación generará un movimiento comercial de unos 8.000 millones de dólares, si contar las inversiones en infraestructura, que -según anunciaron las autoridades gubernamentales del área- trepará a 10.000 millones. Si se suman las dos cantidades, se obtendrá como resultado un monto equivalente a aproximadamente el 20 por ciento de la deuda externa argentina.

Pero hay otra cantidad impresionante de dinero que no se contabiliza en los Además, como la Argentina es el primer país que desregula, obtendrá ventajas en materia de investigación y desarrollo, sobre todo el de la faceta oculta de este ambicioso proyecto: la TV digital.

La Argentina decidió -y esto generó serias divergencias en el MERCOSUR- adoptar unilateralmente el sistema estadounidense, que es el peor en cuanto a sistema, pero el más necesario para que no ocurra lo que sucedió cuando se adoptó el sistema Pal-N para la TV color. El sistema NTSC de Estados Unidos es inferior en calidad, pero aquella decisión equivocada de la dictadura, en 1978, le costó al país una fortuna. Esta vez no va a pasar.

Las mejoras que se vayan a introducir no serán producto de inversiones tecnológica propias sino que la harán sus impulsores originales. Y, por otra parte, nos ahorramos las malas experiencias europeas -las que sufrió Inglaterra- y las de Estados Unidos.

Por primera vez en muchos años, la Argentina parece haber tomado, en materia de comunicaciones, las decisiones correctas. Ahora es el tiempo de que la burocracia y las manos negras con guantes blancos también pasen al olvido y permitan que el acierto inicial sea también un éxito final.