EDITORIAL

La figura romántica del científico Federico Leloir conquistando el Premio Nóbel desde una rotosa silla de mimbre atada con alambres en su humilde laboratorio de Buenos Aires, es parte de una postal vieja, superada por los tiempos, la globalización y el desarrollo tecnológico. Los milagros científicos, técnicos y mucho más los industriales, necesitan en los tiempos que corren, imperiosamente, de recursos económicos. Ninguna gran empresa, verdaderamente seria e importante, se puede llevar adelante -exitosamente, al menos- sin dinero. Nadie está diciendo en estas líneas que esa situación sea correcta, y mucho menos deseable: simplemente, es así. La CNC y el COMFER están embarcados en un ambicioso proyecto para modernizar de una buena vez las comunicaciones y el espectro radiofónico y audiovisual en la Argentina. La tarea es ardua, sobre todo porque debe remontar un proceso de desinversión que tiene, por lo menos, un cuarto de siglo. Doblemente difícil, además, si se tiene en cuenta que el éter es un desorden absoluto, producto de una anárquica política aplicada durante una década por el gobierno menemista. Los organismos oficiales están trabajando en condiciones harto precarias. El presupuesto que les fue asignado es irrisorio, ridículo, cuasi burlesco si se la mide con en relación con las necesidades (en primer término humanas) que deben cubrir. Se podrá decir, y no faltará razón en ello, que pedir más presupuesto para organismos vinculados a las telecomunicaciones cuando en el país hay más de un 40 por ciento de habitantes que viven con entre 300 y 700 pesos mensuales, parece un despropósito. Ante todo, habrá que decir que no se pueden comparar peras con bananas. Dos peras más dos bananas da cuatro... nada; simplemente, no se pueden sumar. El Estado tiene la obligación estratégica y, ante todo, moral, de procurar condiciones de vida donde todos y cada uno de los seres humanos que habitan este país puedan desarrollar su potencial en plenitud. Es inmoral que un niño (uno solo, aunque sea) crezca desnutrido, de la misma manera que es inmoral que un hombre en edad de trabajar no consiga trabajo. Pero esa discusión -en rigor de verdad, esa realidad- no debe hacernos perder de vista que también hay otras necesidades que si no se solucionan hoy mismo (y para ello hacen falta recursos, en vulgo: más presupuesto) condenarán a que millones de niños más crezcan desnutridos y otros millones de trabajadores se incorporen a la lista de desocupados. El de las comunicaciones es un objetivo estratégico. Así debe entenderlo este y cualquier otro gobierno. Los avances tecnológicos superan hoy largamente las posibilidades de que los pocos empleados de las áreas específicas, con menos recursos aún, poseen para solucionar un problema que es clave para el presente y el futuro de la Argentina. Los gobernantes, especialmente el ministro de Economía y el presidente de la Nación, deben encontrar respuestas para darle más presupuesto al COMFER y a la CNC. Si debe ahorrar en otros rubros, deberá elegir correctamente dónde mete las tijeras para que la reasignación y la redistribución sea justa. Pero bajo ningún punto de vista, so pena de suicidarse política y fácticamente, puede ignorar las necesidades del sector de las telecomunicaciones y su incidencia de cara al futuro. Porque a las autoridades del área les fue encargada una tarea cuyo resultado exitoso equivale a un milagro. Y hoy, aquí y ahora, los milagros necesitan presupuesto.