Museo de Telecomunicaciones

La historia se codea con el futuro

Ver el primer teléfono, subirse a la primera cámara de televisión que funcionó en el país, escuchar la radio a galena o manejar las antiguas centrales telefónicas son sólo algunas de las muchas cosas que se pueden hacer en el Museo de Telecomunicaciones. Ubicado en la remodelada Costanera Sur, el museo ofrece en forma cronológica la historia de las telecomunicaciones, desde sus orígenes hasta nuestros días. Desde los inicios con el correo como único medio de comunicación, siguiendo el recorrido por la telegrafía óptica, el telégrafo con código Morse, los primeros conmutadores, teletipos, la radio a galena y la “clementina” argentina, hasta máquinas de fax y computadoras se pueden ver y tocar en cualquiera de las seis visitas guiadas que se dan por día. Lo están esperando “La prioridad hoy son las visitas guiadas y cómo la gente se siente cuando recorre las instalaciones”, comenta Carlos Barba, Licenciado en Museología y especializado en Telecomunicaciones. En 1992 –cuando Telecom se hizo cargo del Museo- se realizaban dos visitas semanales y hoy aumentaron a seis por día con un promedio de treinta personas cada una. “La idea –continúa el director del centro- es desterrar la concepción estática de los museos tradicionales que sólo permiten contemplar pasivamente los objetos, reemplazándolos por el nuevo criterio de participación e interactividad, que incluye elementos en funcionamiento, muchos de los cuales pueden ser accionados por el mismo público”. En un principio la totalidad de la muestra se encontraba en el subsuelo y a veces se hacía dificultoso el acceso para algunas personas con cierta discapacidad y para los niños.

Entonces se mudó al hall central donde actualmente se exponen más de seiscientas piezas, mientras que otras 1500 esperan en el depósito la renovación de la muestra. La mayoría de los objetos fueron donados por particulares que desinteresadamente efectuaron las entregas. “Un señor viene cada tanto a arreglar un televisor que él mismo donó” comenta anecdótico el museólogo y agrega que “la empresa dispone de fondos para cuando encuentran alguna reliquia interesante, estudiarla y comprarla”. Parte del crecimiento de la exposición fue dejar de lado la concepción de que la telefonía era lo único en telecomunicación para darle lugar a la telegrafía, televisión y radio. Para eso incorporaron maquetas de un telégrafo óptico que funciona y uno con código Morse que además del repiqueteo de su sonido tiene luces para que lo interpreten también las personas sordomudas que visiten el lugar. Hay teletipos punto-punto que, según cuenta Barba “la cancillería de España las instaló nuevamente en prevención al virus informático”. Cada aparato tiene historias pintorescas que se encargan de divulgar en los recorridos para hacerlos más amenos. Por ejemplo, el paso de la telefonía manual a la automática, en 1891, se produce por un señor Strogger que decía que las operadoras le pasaban las llamadas a la competencia de su negocio funerario. Cuando falleció un amigo cercano y se comunicaron con su rival, dio por cierta su suposición e inventó junto con un sobrino un sistema para reemplazar a la operadora. “La gente que no ve el movimiento interno de los aparatos no se imagina lo que pasaba antes, como el ruidito de cuando discábamos con pulsos. Si algo no funciona la comunicación no se podía hacer, desde el polvillo hasta los cambios de temperaturas los afectaban”, comenta el experto en telecomunicaciones. En el área de radio la charla empieza con una novedad: se supone que la radiofonía empezó en la Argentina. Si bien el inventor de la radio es Guillermo Marconi, aquí, a partir de los “Cinco locos de la azotea” se transmite en forma constante, no de manera discontinua como en el resto del mundo.

Al museo concurren chicos de preescolar, estudiantes de universidades de Periodismo, escuelas técnicas y muchos adultos que se deleitan reencontrándose con objetos que en su mayoría vieron nacer. Los docentes de jardines de infantes hasta tercer grado reciben un pequeño curso para que ellos mismos los orienten en el recorrido. A partir de esa edad las visitas son conducidas por el mismo personal del museo. “Intentamos motivar a los chicos y después los invitamos a que vengan el fin de semana y simulen ser guías para sus padres”, sostiene Barba. La historia de la historia La cervecería “Munich”, sucursal Balneario, se inauguró en 1927 en terrenos ganados al agua y con un estilo “pintoresquismo”, como se llamaba por esa época a la alternancia de salas internas con terrazas y galerías circundantes, que permitían obtener una visión panorámica del río. Se calcula que cerró sus puertas a principios de los 70 y sobre el final de esa misma década la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires acordó con E.N.Tel. (Empresa Nacional de Telecomunicaciones) la cesión del edificio por el término de 20 años para que se mudara el museo que hasta entonces funcionaba en el Museo Histórico Nacional, en el Parque Lezama. Con posterioridad a la privatización de la empresa del Estado, en 1990, la permanencia corría peligro. Le ofrecen Telecom y Telefónica, las dos compañías que recientemente se habían dividido el país para brindar el servicio telefónico, la posibilidad de continuar con el museo. Telecom ( por entonces Telecom Argentina) se interesa en el proyecto y firma en febrero de 1992 el convenio de colaboración que le delega la administración del edificio. A pesar de las refacciones que se le hicieron el lugar siempre conservó el aspecto original. Los vitrales son copias fieles y los construyó la misma persona que los hizo hace más de veinte años. Parte de las baldosas fueron rescatadas de la primera construcción y en las nuevas se recreó el mismo motivo, incluidas las figuras muniquenses. Las barandas de hierro con tradicionales personajes fueron construidas en hierro cincelado, reproduciendo los originales que existieron en la escalera principal. Telecomunicaciones y algo más Uno de los proyectos que pisan fuerte en el futuro es la creación de un museo itinerante que llegue a las escuelas. La iniciativa surgió en demanda del aumento de las Ferias Técnicas y lograron reunir algunas piezas que reflejan el avance de las telecomunicaciones y enseñan a los alumnos cómo se manejaban en una redacción o enviaban un telegrama. En el primer piso hay una pequeña sala de Arte Joven que está pensada como un espacio disponible para jóvenes artistas que nunca mostraron su obra. Cada uno de ellos arma la muestra, la exhibe durante quince días y se encarga de desarmarla. Barba explica que “nos pareció importante darles un espacio y funcionó. Por este año ya no hay más vacantes”. El museo tiene también una sala con cuatro computadoras con acceso a Internet gratuito, sólo hay que llamar para reservar turnos. Otra de las curiosidades es una biblioteca con libros relacionados a las comunicaciones, la colección completa de tarjetas telefónicas y guías de teléfono desde 1901 hasta ahora. En la planta baja disponen de un auditorio en el que desarrollan temas vinculados al sector y otros de cultura general. Para responder a la pregunta sobre los museos del futuro, Barba aclara: “El museo no es sólo lo viejo y polvoriento. Mostramos también lo nuevo ahora, sin esperar que se haga antiguo”.