Editorial
La cantidad
garantiza la libertad
Los procesos casi calcados que terminaron abruptamente con los gobiernos
de Fernando De la Rúa en la Argentina, y Hugo Chávez en Venezuela, tienen
un costado oculto aún inexplorado por los politólogos y analistas internacionales.
Un común denominador enlaza ambos casos.
En la Argentina, según contó ante la Justicia el ex titular del Comfer,
Gustavo López, funcionarios del gobierno en diáspora intentaron censurar
las imágenes de los canales sobre los incidentes en la Plaza de Mayo.
En Venezuela, Chávez no se anduvo con vueltas y clausuró cinco canales
de TV para evitar que se conocieran las escenas que vivía Caracas horas
antes de la caída de su gobierno.
Absurdos intentos de tapar el sol con las manos sin quemarse. Ingenuo,
casi pueril suponer que si Canal 7 no difundía imágenes, el resto de los
canales tampoco lo harían. Ignorante creer que cortar cinco antenas en
pleno 2002 servía para disociar a la gente de la realidad. Internet y
los satélites le dieron a Chávez una lección (póstuma para su gobierno),
la tecnología lo había dejado atrás.
Los medios de comunicación son hoy una herramienta formidable de difusión.
Una herramienta que, bien usada, sirve para sacar a la luz verdades que
al poder no le interesan difundir. Pero para que ese objetivo sea alcanzado,
los medios deben ser plurales. Y para que los medios sean plurales, sus
dueños deben ser muchos, variados y sobre todo, libres. La pluralidad
de propietarios de medios hace más difícil la quimera de los totalitarios
para poder controlarlos. Cuantas más voces haya, más difícil será silenciarlas.
Venezuela es el más reciente ejemplo: mientras por las calles morían ciudadanos
bajo las balas de francotiradores, Chávez hablaba dos horas por la cadena
oficial de un país que ya no existía. Sólo faltaba que matizaran la transmisión
con alguna grotesca escena de Tom y Jerry.
Pero no sólo la censura ideológica atenta contra la libertad de información.
Los medios de comunicación son, ante todo, empresas, y se manejan –en
un mundo capitalista y globalizado- con la lógica del mercado: si las
cuentas cierran, adelante; si no cierran, punto final y a otra cosa.
El caso CNN en la Argentina es una muestra patética de ello. En la Argentina
de la devaluación, el default y el dólar caro, ni a las operadoras de
cable, ni a la propia cadena con sede en Atlanta, les cerraron los números.
Y así, miles de argentinos se quedaron sin una ventanita (limitada, minúscula,
pero ventanita al fin) hacia el mundo. Por un tiempo tendremos que ver
señales gratuitas que están disponibles.
Por eso se hace imperiosa la necesidad de muchos, muchísimos medios de
comunicación, diseminados en muchas, muchísimas manos propietarias y cabezas
solidarias.
La información es un bien social, antes que un negocio económico. Mal
que les pese a los que comercializan noticias como lo hacen McDonalds
o Burger King con las hamburguesas. Para que ese bien social adquiera
toda la dimensión que el concepto implica, los muchos, muchísimos propietarios,
deben representarnos a todos.
En definitiva, sólo con nosotros, pretenciosos consumidores de información
y cultura, tienen razón de existir. Y argumentos para facturarles publicidad
a sus clientes.
Ruben
S. Rodriguez
Editor
ruben@rt-a.com
|