EL COMFER NO PUBLICA LA SITUACION LUEGO DEL NUEVO REGIMEN DE SANCIONES
Escatiman
los datos sobre la
evolución de los contenidos
La TV parece haber mejorado la programación. Pero es sólo una percepción. Las cifras reales que indican la evolución de los contenidos aún se desconocen. El organismo no las provee a la prensa a pesar de ser públicas. Tampoco se conoce lo que la gente le reclama al Comfer para mejorar
A tres meses de haberse aprobado el nuevo régimen de sanciones a la TV, una iniciativa propulsada por el Gobierno para frenar la escalada de abusos a la ley y mejorar la pantalla, aún se desconocen los datos oficiales sobre la evolución que registraron los contenidos. A priori cualquier televidente puede observar que la tensión generada producto de ciclos “basura” ya no es tal. Pero las cifras sobre las multas ejecutadas a los canales desde noviembre a hoy –una información de carácter pública- no sólo no está disponible en la web del organismo sino que tampoco la brindan a la prensa. Luego de reiterados pedidos al área de Fiscalización de emisiones, el sector responsable del área, R&TA no logró reunir las estadísticas para analizar el comportamiento de los medios pos régimen. Un alto funcionario del riñón de Carlos Caterbetti sólo atinó a decir al cierre de esta edición que por haber “existido problemas con parte de la prensa, es la intervención quien tiene que autorizar a dar la información”. Ahora, más allá del retaceo oficial, ni siquiera están disponibles las estadísticas de atención al usuario, un termómetro más que certero sobre lo que la gente piensa de la TV, los reclamos y las sugerencias que le explican al Comfer en relación con las imágenes de los canales. Los últimos datos son de octubre de 2002 –antes de la firma de un compromiso entre el Gobierno y los medios-, por lo que resulta imposible tomar como parámetro la opinión de la población al respecto. Hasta el momento, la única información que apareció sin aval oficial fue la cifra de lo que deben las emisoras de TV al Comfer. En su edición del 13 de febrero, el diario Crónica informó que los cuatro canales privados adeudan 4.686.541 pesos hasta el 31 de octubre último por infracciones a la ley de Radiodifusión. En la sección “La pavada”, el matutino señaló que América es que más deberá pagar: $ 1.841.661. Lo siguen Telefe con $ 1.285.830, Canal 9 con $ 1.195.434 y el 13, que registró $ 363.616 de deuda. El nuevo esquema Durante un acto realizado el 20 de noviembre en el salón Blanco de la Casa de Gobierno, el presidente Eduardo Duhalde puso en vigencia el régimen de graduación de sanciones para infracciones cometidas por radiodifusores, con multas que van de los $1.000 a los $200.000. Además, el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) suscribió un acta de compromiso con entidades del sector, como el es el caso de ATA, ATVC, CAPIT y ARPA. Las sanciones no sólo corresponden a los contenidos, sino también a la instalación, funcionamiento y explotación de los servicios de radiodifusión. En este último caso, el Comité estipuló el valor de cada multa según la infracción cometida, aunque también se computarán los antecedentes para cada una de las señales. Estas sanciones debían ser liquidadas cada tres meses para asegurarse el cobro en efectivo de las mismas y no producir un efecto acumulativo que derivó en una situación de confiscación, ya que en muchos casos los canales debían más de lo valían sus activos al momento de tener que abonar las sanciones
Corrupción y Radiodifusión
Por Bernardo Borenholtz | Abogado
Una de las definiciones del diccionario de la Real Academia Española describe el significado de corrupción como el “vicio introducido en las cosas no materiales” y refiriéndose al significado de la palabra “corrupto” lo define como “dañado, perverso, torcido”. A su vez en el diccionario del “Uso del Español” cuya autora es María Moliner se define al acto de corromper como el acto de “cambiar la naturaleza de una cosa volviéndola mala” y lo ejemplifica con “particularmente pudrir”. La experiencia de cualquier argentino a lo largo de los últimos 30 años de ser oyente y televidente de los medios hegemónicos que controlan la radiodifusión en la Argentina conduce a constatar que lentamente la programación en la radiodifusión, también mayoritariamente hegemónica, se ha ido deslizando hacía una programación francamente corruptora que ha competido y compite con ventaja desleal e ilegal con la educación institucional pública o privada. Esta corrupción inducida desde el establishment económico y político ha consistido y consiste en propalar a diario y preferentemente en las formas más sutiles o descaradas, mensajes que vulneran y colocan en estado de crisis a la mayoría de los valores que resultan esenciales para la existencia y desenvolvimiento de un pueblo, de un Estado y de una Nación y en nuestro caso de la Argentina, nuestro país. Estos valores no se refieren solamente a lo moral, por cuanto puede afirmarse que resultan incluidos entre muchos la economía, las costumbres, la cultura, la política, la justicia y la ideología como percepción del mundo. En este contexto todo el pueblo argentino es víctima, debiendo, empero, destacarse que la decadencia que la corrupción provoca, al igual que el hambre y la desnutrición, afecta en forma más gravosa a los sectores más vulnerables, como son los pobres y la juventud, resultando irrelevante en este último supuesto el sector social al que pertenecen. En el caso concreto me refiero a nuestra situación, aunque no dudo que puede extenderse la consideración a la mayoría de los pueblos sometidos por la globalización neoliberal y unilateral que impulsa el discurso único. Podría suponerse ingenuamente -el autor de esta nota estaba incluido- que la prédica corruptora difundida desde un número importante de programas, pensados y emitidos por los grupos dominantes de la radiodifusión argentina como una acción descontrolada o interesada exclusivamente por el “rating” y consecuentemente por el lucro económico. Sin embargo, a poco que se profundice en el análisis de los hechos, se descubre que los poderes de Estado (Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial) no intervienen, o, si lo hacen despliegan actos que constituyen un simulacro de control y represión y nada más que esto, lo que implica consentimiento y complicidad. A su vez, las empresas que registran la mayor facturación y que también mayoritariamente son extranjeras, colaboran activamente en la promoción de esta corrupción generalizada a través del apoyo publicitario, que no es ingenuo ni desinteresado, y que procura además de vender más... someter más las mentes y el destino de los receptores. Vale enfatizar que cuando hablamos de radiodifusión estamos refiriéndonos a la utilización de frecuencias del espectro radioeléctrico que son bienes del dominio público argentino y no a “bienes de la humanidad”, como se sostiene equivocadamente, y que expresa fundamentalmente la intención en desnacionalizar la soberanía del pueblo argentino sobre un bien propio e internacionalizarlo para colocarlo en manos de una soberanía internacional dominada por los mismos grupos neoliberales que actúan internamente. Sería interesante encontrar algún funcionario norteamericano, europeo o asiático que proclame que su espectro radioeléctrico forma parte de los “bienes de la humanidad”. El énfasis en destacar que el soporte que se utiliza es un bien propio del pueblo argentino es útil e importante porque sirve a los fines de esclarecernos primero y luego defendernos del ataque deliberado y permanente a nuestros intereses económicos, sociales, culturales y políticos que se realiza utilizando nuestro espectro radioeléctrico. Para comprender mejor la corrupción que se difunde a través de la radiodifusión hay que establecer la relación entre aquella y la destrucción económica de nuestro país en el plazo más breve que registra la historia económica mundial y la producción de 20 millones de argentinos pobres y la mitad de esa cifra del horror, indigentes. Ello debiera impulsarnos a identificar a los responsables y presionar también ...para que se vayan con todos. El otro aspecto conocido pero que es importante reiterar es la capacidad de la radiodifusión para captar la atención de millones de personas, lo que implica a muchos pueblos y naciones. De allí deviene su terrorífica y espectacular trascendencia. Un testimonio sobre el estado de las cosas lo ha brindado Jaim Etcheverry, actual rector de la Universidad de Buenos Aires, en una columna publicada en la revista dominical del diario La Nación el 5-1-03 y pese a la gravedad de sus dichos y a la autoridad de quién los pronunció, los mismos fueron sepultados en el mayor de los silencios para atender entre otras cuestiones “importantes”: la fertilización de la Sra. Bolocco de Menem. Etcheverry, refiriéndose a la televisión expresó entre otros conceptos los siguientes: “cabe reprocharle a este medio el permanente recurso a la vulgaridad y a la mediocridad para cumplir con éxito su cometido”; “la televisión ejerce sobre la construcción del interior de las nuevas generaciones una acción tal vez más decisiva que la de la misma escuela”; “el predominio casi hegemónico que adquirió en nuestra vida cotidiana está provocando una profunda transformación social”; “utilizando como materia prima algunos pocos elementos primarios, casi siempre derivados del ámbito de lo banal, lo grotesco o lo delictivo, la masificación de los medios de comunicación logra crear una atmósfera opresiva que influye de manera decisiva sobre el desarrollo de la cultura actual”; “se cuestiona a la televisión que se proponga utilizar como casi excluyente materia prima los más bajos impulsos del ser humano”; “el acelerado camino hacia la vulgaridad, que la tevé elige con alarmante frecuencia, responde a dos principios esenciales en la sociedad actual: hacer dinero y divertirse”; “ cualquier recurso y el afán de lucro alimenta el analfabetismo funcional que contrarresta lo poco que se consigue en las aulas; “la diversión, por su lado, se va circunscribiendo a lo fácil y termina en lo ramplón y lo sórdido”; “el problema actual es que su difusión masiva las promueve al nivel de ejemplo, que debería corresponder a conductas más elevadas y talentosas”; “ el peligro (según mi opinión, más que peligro debemos referirnos a resultado) reside en que lo que hoy hacemos con tanta devoción, ver televisión, nos vaya transformando de manera gradual, insensible pero inexorable, en esos individuos que a diario nos muestran las pantallas: groseros, vulgares, limitados en palabras, condenados a deambular por la vida sin pensar el mundo, sin pensarse” Lamentablemente el Dr. Jaim Etcheverry, pese a la gravedad de sus afirmaciones, incurrió en el grueso error legal, político y social de sostener en el mismo artículo que “es verdad que el objetivo de la televisión es entretener e informar, y no educar”, lo cual demuestra cuan deletéreas pueden resultar las consecuencias que causan la corrupción que dimana de la radiodifusión y de otros soportes