Opinion
La
radiodifusión: ¨Cerrado por desconsuelo¨
Dr.
Horacio Felipe Martinelli*
La
radiodifusión privada, que comenzó en 1923 con la adjudicación
de la primera licencia precaria, se sustentó en dos institutos
fundamentales: la adjudicación mediante concurso público
y el contralor de la instalación, funcionamiento y explotación
de las emisoras por parte del Poder Ejecutivo, a través del organismo
de aplicación de la Ley, constituyendo una estructura jurídica
excelente para su desarrollo.
Sin embargo, distintas razones políticas alteraron este sistema,
hasta llevarlo a una crisis que hace temer sobre su futuro.
El origen transitorio de los permisos se mantuvo mientras fueron regidos
por los principios que imperaban las telecomunicaciones y se fueron consolidando
favorecidos por la seguridad jurídica y las importantes inversiones
efectuadas.
Pero cuando la evolución de esta “industria” y de sus
modos de explotación parecían encaminarse hacia un desarrollo
sostenido, al finalizar la dictadura militar, se notó la insuficiente
y defectuosa estructuración de su régimen legal, cuyo efecto
directo fue la aparición de más y mejores emprendedores.
Entonces, comienza a gestarse una nueva legislación.
En 1989 se produjo un cambio, abandonándose el camino que se había
recorrido. El artículo 65 de la Ley 23.696 y su decreto reglamentario
volvieron a autorizar la instalación transitoria y a su resguardo,
miles de emisoras se establecieron.
Desde ese momento, cada gestión del COMFER intentó abordar
el problema. En este sentido, los procesos de normalización gestados
durante las intervenciones de José Aiello y Gustavo López
se destacaron como intentos efectivos por terminar con esa condición.
No es mucho lo que se ha hecho hasta el presente. Sectores del Organismo
de Control, junto con “lobbistas amateurs”, intentaron postergar
los proyectos encaminados a reordenar el espectro, asegurando los derechos
de quienes esperan las licencias en las zonas de conflictos. Cualquier
ensayo encaminado en superar los escollos burocráticos, genera
resistencia y es el comienzo de una campaña para desacreditar a
quien lo propone.
Antes que hacerse cargo de la responsabilidad en la crisis, se prefiere
crispar cualquier relación vinculada con los pedidos que presentan
los administrados, calificando de “temerarios”, “contradictorios”,
“lamentables” e “inaceptables” toda propuesta
que pretenda vencer un proceso que por quedar trunco, imposibilitó
sintonizar normalmente la transmisión de radio en la Ciudad Autónoma,
el Conurbano Bonaerense y las principales ciudades del interior. Toda
insinuación acerca de la falta de voluntad del COMFER en terminar
con la clandestinidad se desecha con argumentos que remiten a la Secretaría
General o a la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia
de la Nación. Por eso resulta temerario predecir cómo y
cuándo terminará este problema, esencialmente por el involucramiento
de las partes interesadas en su persistencia. Como diría el admirable
Isidoro Blaisten, la radiodifusión por ahora tendrá que
poner un cartelito con la leyenda: “Cerrado por Melancolía”.
*Especialista
en radiodifusión
hfmlaw@hotmail.com
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